Compartimos un artículo excelente de Paula Moya Gómez,
Psicóloga Especialista en Psicología Clínica y Miembro de la Lista de Intervención Profesional en Adopciones
Internacionales sobre la adolescencia de los hijos adoptados.
ACERCAMIENTO A LAS DIFICULTADES DE LOS ADOLESCENTES ADOPTADOS
En España hay miles de familias creadas a través de la adopción, de
hecho hubo un tramo, entre 2004 y 2007, donde fuimos el segundo país del mundo
que más adopciones internacionales tramitó. Esa época de boom ha ido
decreciendo poco a poco y ahora nos movemos en unos márgenes mucho más bajos,
pero todas aquellas adopciones de aquellos años nos han ido dejando a
adolescentes procedentes de la adopción internacional que han ido creciendo sin
que, al principio, tuviéramos una experiencia anterior sobre la que trabajar en
nuestro país.
Alrededor de la adopción internacional existía la idea de que había que
estar muy preparado para ser capaz de generar un vínculo afectivo sano con el
menor, hacer tuyo a ese hijo aunque no hubiera nacido de ti. Las charlas, los
libros, los talleres... todo iba encaminado a lo mismo: generar un vínculo
afectivo seguro, que los padres sintieran al hijo como propio y que el hijo
sintiera a esa o esas personas como sus padres.
Es importante destacar que no todos los procesos de adaptación de un
menor adoptado se producen de forma rápida y efectiva, aunque lo habitual es
que así sea. En los casos en que los niños han tenido unas experiencias
traumáticas antes de la adopción puede haber más dificultades. En adopción
internacional siempre hablamos de la “mochila” que traen los niños, y es una
buena forma de expresarlo, ya que son experiencias que van dentro, ocultas, y
muchas veces los padres adoptivos no las van a conocer nunca y otras tantas en
sus países de origen tampoco las manejan. Por ello, nos encontraremos con que
un menor llega a España teniendo que adaptarse a un entorno nuevo y
desconocido, plagado de personas pendientes de él pero que a penas conoce,
teniendo que incorporarse a un frenético mundo de actividades y todo ello
“escondiendo en su mochila” diversas experiencias que tendrá que gestionar y
superar.
Durante la niñez, con el amor de los padres que tanto han deseado este
hijo, con el entorno educativo volcado en ayudarle en su desarrollo, con la
buena alimentación, los cuidados médicos y el contacto social con sus iguales
se logra que generalmente la etapa de adaptación y vinculación culmine con
éxito en un tiempo razonable. Al llegar a la adolescencia, sin embargo, afloran
en todos los jóvenes problemas relacionados con su identidad, pero en los
menores adoptados se hacen más evidentes a raíz de esa “mochila” y también por
culpa de un desarrollo cognitivo algo más lento en general a consecuencia de
una peor nutrición en sus primeros años de vida, baja talla etc, que se suelen
presentar en la niñez y que pueden arrastrar durante años.
Los jóvenes adoptados se plantean algunas preguntas de difícil
respuesta como: ¿cómo eran mis padres biológicos? ¿tendré familia en mi país de
origen? ¿tendré hermanos o abuelos? ¿a quién me parezco? ¿hay enfermedades
genéticas en mi familia que debería conocer? Los niños muy pequeños no se
plantean este tipo de cuestiones, pero al llegar a la adolescencia surgen los
conflictos de identidad.
En general, en nuestra sociedad, hay una gran tendencia genetista para
explicar patrones de personalidad y estos jóvenes no tienen la información
suficiente para poder construirla de un modo normalizado. Escuchan a sus amigos
decir “yo soy muy ordenado, como mi padre” “tengo las mismas manías que mi
abuela” “se me dan bien los instrumentos musicales como a mi madre” “voy a ser
tan alto como mi padre” “mi familia es muy longeva, todos llegan a los 90 años”
“yo tuve la regla por primera vez a la misma edad que mi madre”.... Son
multitud de aspectos que los demás no tenemos en cuenta pero que para ellos
supone un vacío enorme en su identidad. Falta mucha, muchísima información y lo
más seguro es que jamás se pueda conseguir. Vivir con ese vacío y construir tu
propia identidad con ello no es fácil.
Finalmente se presenta otro problema, y es que en adopción
internacional muchos menores proceden de etnias distintas a las de sus padres
adoptivos y de la mayoría de la sociedad en la que van a vivir. Es cierto que
se ha avanzado mucho frente al racismo, la inclusión y tolerancia, pero también
es real que en la adolescencia es sano vincularte a tu grupo de iguales y si tu
etnia no es la de la mayoría te va a costar más. ¿Quién soy? ¿A qué grupo
pertenezco? No es extraño que no consigan vincularse con sus iguales por estas
diferencias, sienten que no pertenecen a ese grupo y muchas veces buscarán
refugio en otros jóvenes con rasgos físicos similares aunque no formen parte de
su círculo social o educativo.
Es una época en la que hay que ser muy cuidadoso y estar cerca para
ayudarles.
Los padres adoptivos pueden ayudar a sobrellevar mejor esta etapa y a
que construyan su identidad intentando transmitirles que están cerca y que
entienden sus dificultades. Es deseable que los padres acepten que no pueden
resolver a estas cuestiones, que no saben la respuesta y que ponerse en su
lugar es una tarea difícil. Se puede empatizar, pero si no has vivido lo que
significa desconocer una parte de tu historia personal y familiar no puedes
entender lo que sienten. Lo primero es aceptar que nunca nos hemos sentido como
ellos y lo segundo transmitirles que se está ahí, para escucharles,
apoyarles y orientarles. Tener una buena
relación y comunicación será vital para poder abordar sus dificultades.
Si aparecen pensamientos fuertes de desesperanza, conductas
autolesivas, violencia o fracaso escolar es recomendable contactar con un
profesional experto.
Paula Moya Gómez
Psicóloga Especialista en Psicología Clínica
Miembro de la Lista de Intervención Profesional en Adopciones
Internacionales
19 enero 2020